El primer concierto de homenaje a Olivier Messiaen del Festival Mozart comenzó con El mirlo negro, una de las obras que escribió como fruto de su investigación sobre el canto de los pájaros. Messiaen, que llegó a hacer imprimir en sus tarjetas como profesión "ornitólogo y rítmico", describe con gran precisión las impresiones recibidas. Con la flauta representando al pájaro, el piano toma el papel de su hábitat: las sombrías melodías tejidas en el su registro grave recuerdan las matas donde anida, haciendo oír los luminosos adornos en el registro agudo como bayas coloreadas en una convincente ejecución de Bruno Claverie y Gustavo Díaz Jerez.
Messiaen deja desbordar una intensa pasión terrenal, de la que es ejemplo su Sinfonía Turangalila; la segunda obra del programa, Fantaisie, lo es a escala más cercana. Sus pasajes vigorosos e íntimos a la vez, los insinuaciones cromáticas del violín, con un toque oriental, fueron sentidos en todo su valor por Catalín Bucataru y Díaz Jerez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 26 de junio de 2008