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Análisis:EL ACENTO

Los simios y las moscas

La proposición no de ley por la que se insta al Gobierno de Rodríguez Zapatero

a que se adhiera al proyecto Gran Simio, aprobada por mayoría en el Congreso, también podía haberse referido a la mosca. Por lo menos, a la mosca del vinagre. Junto a gorilas, orangutanes, chimpancés y babuinos, este insecto es el ser vivo que comparte el mayor número de rasgos genéticos con el humano: una lección de humildad inolvidable para quien se considera el rey de la creación. Pero, en este caso, establecer una relación entre el Gran Simio y esta especie de moscas no obedece tanto a razones biológicas como, por así decir, morales:

la brutalidad es un mecanismo ciego

que cuando se desencadena no hace distinciones. Por no distinguir, no lo hace siquiera entre objetos inanimados

y seres vivos.

En algunos ámbitos la aprobación de esta proposición ha provocado la risa, pero sólo para, poco después, helarla en los labios de quienes la consideran una completa estupidez. Porque si en una primera y apresurada reflexión puede tomarse por una cándida iniciativa dirigida a proteger a algunos animales de apariencia similar a la de los humanos, una interpretación más sosegada permite comprenderla de otro modo.

Con este texto se trataría, no ya de llamar la atención sobre la brutalidad en general, sino sobre una de sus manifestaciones más concretas, como es la crueldad que empieza por manifestarse contra los animales pero que nunca se sabe dónde acaba. Los bárbaros que se abaten sobre un parque público suelen comenzar, en efecto, por destrozar los bancos, las farolas,

el parterre. Pero,

a continuación, acostumbran a cebarse con los perros o los gatos que encuentran a su paso y terminan, si se presenta la ocasión, pegando fuego a los transeúntes o los mendigos.

Si no otras virtudes, habrá que reconocerle a la proposición sobre el Gran Simio aprobada en el Congreso la de mostrar en toda su extensión el sentido de algunas expresiones, como la que describe a las personas pacíficas como incapaces de matar a una mosca. No le falta lógica a

la comparación, aunque no se trate de la mosca del vinagre.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de junio de 2008