En sus últimas sesiones del año judicial 2007-2008, el Tribunal Supremo de EE UU ha entrado a saco en algunos de
los asuntos que mejor caracterizan a la sociedad estadounidense. En unos pocos días, la institución que representa la última palabra de la justicia en aquel país, pero también un poderosísimo agente moldeador de sus usos y costumbres, se ha pronunciado, en un ejercicio de contrapesos entre sus miembros conservadores y liberales, sobre temas tan dispares o candentes como Guantánamo y el derecho de los allí presos, contra la opinión de Bush, a que un juez federal decida sobre la ilegalidad o no de su siniestro encarcelamiento; sobre la no pertinencia de la pena de muerte para castigar a violadores de menores; o sobre la multa a la megapetrolera Exxon Mobil, que ha rebajado en 2.000 millones de dólares, por el desastre ecológico de 1989 en Alaska causado por el supertanque Exxon Valdez.
Pero, sin duda, la decisión histórica de los nueve supremos jueces, en un voto de cinco contra cuatro, ha sido la de reconocer, tras 70 años de debate social, que a los estadounidenses les asiste el derecho individual de tener armas de fuego. Sus señorías han cogido por los cuernos la interpretación de la Segunda Enmienda de la Constitución, aquella de 1791 que por su ambigua redacción y confusa puntuación nadie sabía si aludía al derecho ciudadano a llevar fusil en la milicia o para uso propio.
Como las armas a las que se refiere, el fallo -que habrá levantado de alegría a Charlton Heston de su eterno descanso, siendo como era el imponente actor alma de la Asociación Nacional del Rifle, un decisivo grupo de presión- está cargado de consecuencias. No sólo es una victoria para Bush y la noticia del año para muchos estadounidenses, que no conciben la vida sin una pistola al lado. Influenciará además las próximas elecciones presidenciales -McCain y Obama ya se dicen a favor- y marcará la legislación de cada Estado en la materia. Todo ello tiene suprema relevancia en un país donde cada año mueren o resultan heridas por armas de fuego decenas de miles de personas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 30 de junio de 2008