Reconozco que el tenis no me interesa especialmente. No suelo seguirlo con pasión y, menos aún, practicarlo. Pero me gusta porque es deporte y, como tal, atesora unos valores que pueden llegar a ser una herramienta de integración e inserción muy importante y un admirable objetivo vital para miles de jóvenes que se identifican con los rostros y las actitudes de los deportistas famosos.
En un entorno deportivo donde la mala educación, la estridencia, la descalificación al contrario y la horterada ganan poco a poco su espacio, no sólo entre los deportistas, sino también entre sus directivos y entrenadores, es de agradecer comportamientos y actitudes como los de Nadal y Federer, dos brillantes deportistas pertenecientes a esa clase de personas que, aunque vayan a pasar a la historia, practican un escrupuloso juego limpio, son humildes y no tienen más que palabras de respeto y admiración hacia el contrario. El primero con el segundo y el segundo con el primero. Siempre. Añoro esta actitud en otros deportes y quiero felicitar a los aficionados al tenis y a sus figuras en la pista por conservar y practicar la esencia del deporte. La cortesía de los valientes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 9 de julio de 2008