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CARTAS AL DIRECTOR

A propósito de Brutus

Matarrosa del Sil, León

La gente que vivimos en los pueblos por los que transita la actual carretera comarcal 631 de Ponferrada a la Espina empezamos a mirar el futuro con un sentimiento que está a medio camino entre el desencanto y la frustración. Estamos viendo cómo, día tras día, aparecen publicados una serie de proyectos Miner para el Bierzo, que con la excusa de reactivar las cuencas mineras están diseñados casi exclusivamente para dar grandeza y lustre a la "ciudad" de Ponferrada, olvidándose de que la verdadera cuenca, donde de verdad se ha explotado durante más de un siglo el carbón, y donde los nuestros han dejado la salud y en muchos casos la vida, no se encuentra precisamente en la plaza de Lazúrtegui, y mucho menos en el castillo de Fuensaldaña.

El último insulto a la inteligencia proveniente de estos salvacomarcas es la autovía que unirá Toreno con Laciana, donde bajo la falacia del progreso tienen previsto volar la mitad de la montaña y llenar nuestras localidades de viaductos. El valle del Sil convirtió al pueblo de los pimientos en la ciudad del dólar, y ahora en pago Ponferrada y sus pueblos acólitos, cual Brutus a Julio César, nos han recompensado con la puñalada trapera de esta autovía, primando por encima de nuestras necesidades reales su interés de tener más cerca las playas de Asturias.

Aunque no todo pueden ser desventajas: yo ya me estoy emocionando al imaginar cómo nuestros pueblos se llenarán de enardecidos visitantes, con el afán por deleitarse in situ con esas imponentes columnas de hormigón, tan altas ellas que se perderán ante nuestros ojos en la inmensidad del cielo azul, consiguiendo así la conexión definitiva entre lo humano y lo divino. Vamos, que a partir de ahora tendremos el Pilar de Zaragoza y los pilares de Matarrosa.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 17 de julio de 2008