El concierto del pasado domingo en Bonaval, dentro del festival Via Stellae, tenía por título Heroica, como fue la actitud de parte del público: heroica y resistente. También lo es Beethoven, que puede con todo, según opiniones. Parte del auditorio las justificó con su actitud para la diversión: aplausos y bravos a tutiplén, y tan pimpante a casa tras culminar la liturgia del rito social llamado concierto. Tampoco faltaron quienes lo enjuiciaron con rigor; sus buenas razones tenían.
La acústica y su reverberación de cinco o más segundos en fortissimi no es para Beethoven. La Real Filharmonía hizo lo que pudo, como los solos de oboe en la Marcha fúnebre, de gran sonido y expresión, y los esfuerzos de la concertina tirando del carro hacia la rodada buena, la de la precisión rítmica, necesaria siempre e imprescindible en la Séptima.
Desde el podio, Andrea Marcon se empeñó en abandonarla, impreciso, con tempi atrabiliarios y una dinámica brusca sin verdaderos matices expresivos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de julio de 2008