No sé si me he vuelto loca con los calores o es cierto lo que he leído acerca de un discurso del Rey de España. Según mis informaciones ocurrió en la inauguración de unas jornadas para jerarcas de diferentes religiones para permanecer reunidas y jamás ser vencidas. En fin, unas paparruchas seudo dialogantes que se han celebrado hace poco en Madrid bajo el patrocinio y con los dineros de Arabia Saudí. Pues cuentan las crónicas que don Juan Carlos expresó su deseo de que dicha efemérides sirviera para avanzar hacia "un mundo que acabe para siempre con la inaceptable barbarie terrorista, que luche contra el hambre, la enfermedad y la pobreza".
Es digna de encomio la intención, y casi me atrevería a decirles que las palabras del Monarca resultan mucho más emocionantes en este marco que aquella vez en Santiago de Chile, cuando "cállate, etcétera". Pone la piel de gallina su audacia, teniendo en cuenta quiénes le rodeaban.
Porque quien cortó el bacalao en la reunión, aparte del rey saudí -entre el comparserío multirreligioso a las maracas- era su compatriota Abdalá Al Turki, actual secretario general de la Liga del Mundo Islámico, que en otro tiempo fue ministro para las Donaciones Religiosas. Como tal, cuando el Bin Laden malo se refugiaba en Afganistán, Al Turki proveyó de no pocos fondos a los talibanes, pero ni así consiguió que se lo entregaran para dárselo a Estados Unidos. Es más, sus aportaciones fortalecieron al talibanismo más próximo a Al Qaeda, el del mullah Omar.
Pero había que decirlo y lo dijo nuestro soberano. Como lo de la pobreza: es de apreciar, ya que los saudíes gastan tanto durante sus viajes al extranjero que difícilmente les queda para felaciones per capita.
No vinieron clérigos iraníes, muy entretenidos preparando unas lapidaciones que a nadie importan porque no son nucleares.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de julio de 2008