Yo es que pulpo pesco fatal. Me lío con tanta pata y en vez de pescarlo me dan ganas de saludarle estrechándole muy cordial el tentáculo. De hecho me parece un bicho de lo más correcto y elegante. Me caen bien. Por eso lo compro ya precocinado, despulpado por así decirlo, que parezca más comida preparada y aséptica que un amigable cefalópodo al que tienes que cargarte, congelar, apalear, hervir y no sé cuantas cosas terribles más. Porque además resulta que los pulpos son muy inteligentes. Seguramente más inteligentes que mucha gente que conozco y a la que no me comería. Tienen tres cerebros, pero deben dedicarlos a cosas más elevadas que a la supervivencia, porque sino no se entiende ese empeño en ir a las feiras (las ferias gallegas, que son las que les suelen pillar más cerca de casa) a que los guisen con pimentón y patatas. Yo es que creo que no tienen maldad y se dicen a ellos mismos: "Vale que a padre se lo comieron en las fiestas de Carballiño, pero sería por error, madre ¿quién va a querer comerse a alguien tan feo como nosotros? Ande, muller, no diga cosas raras". Y claro, luego pasa lo que pasa y cada uno cuenta la feira como le va. Los pulpos echan pestes. Animalitos.
- Ingredientes: 1 bandeja de pulpo cocido troceado envasado al vacío, 1 bote de patatas peladas y cocidas (de los de cristal), pimentón dulce y/o picante, aceite de oliva virgen extra, sal gruesa.
- Preparación: póngase (en plan meiga aquelarrosa) un puchero con agua a hervir. Cuando lo haga, cogemos unas cuantas patatas del bote (más o menos según nuestra particular patatofilia) y las dejamos hirviendo durante un par de minutos para quitarles cualquier resto de sabor a envasado. Las sacamos, escurrimos y reservamos. En el mismo agua ponemos la bandeja de pulpo sin abrir, claro, y lo dejamos calentar también dos o tres minutos. Abrimos el envase y volcamos el contenido en un plato hondo.
Podríamos tranquilamente cortar en lonchas las patatas, poner el pulpo y aliñarlo con su pimentón y sus cosas, pero vamos a hacerlo en plan pinturero. Cogemos unos pinchos de madera de esos de brocheta y vamos ensartando con cuidado dos pedazos de pulpo, un pedazo de patata cocida, más pulpo y más patata, hasta completar la brocheta. Las ponemos en un plato, regamos con un poco del caldillo que traía el pulpo en el envase y les ponemos aceite, pimentón (preferiblemente picante) y sal gorda por encima. El pulpo más chulo del barrio.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de julio de 2008