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CARTAS AL DIRECTOR

Asesinos al volante

San Lorenzo de El Escorial, Madrid

El pasado viernes, justo al día siguiente de conocerse la noticia de la puesta en libertad de Farruquito, uno de los mejores amigos de mi hijo, Adrián, un chaval que iba a cumplir los 15, moría atropellado por un salvaje homicida que circulaba a toda velocidad y sin permiso de conducir por las calles de un pequeño pueblo de Toledo de apenas 500 habitantes.

Por la jurisprudencia del caso citado, cabe suponer (que no esperar) que la condena real para el asesino de Adrián acabe siendo de unos dos años, tras los cuales este individuo teóricamente habría "pagado su deuda" por el delito cometido. Quizás sea esto lo que dicte la ley, pero el sentido común de la mayoría nos dice que agresiones de esta naturaleza no se pueden saldar con una condena tan exigua.

Por todo ello, es preciso que políticos y jueces se pongan de una vez por todas a trabajar para cambiar las leyes. Para retirar de la sociedad durante muchos años a irresponsables y psicópatas que (tan a menudo ya) se escudan tras un volante para matar. Para intentar aplacar la rabia de mi hijo que no entiende que en casos como éste la justicia sea tan injusta. Pero, sobre todo, por respeto a la dignidad de la familia y la memoria de nuestro querido Adrián.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de julio de 2008