Salamanca. De vuelta de Sanabria, una parada sin fonda en esta ciudad "que enhechiza la voluntad" (etcétera), amén de archivadora por excelencia. Nada más descender del coche, cerca de la Alamedilla, me topo con un viejete vivaracho y desdentado que, acompañado por una adolescente acordeonista, bailaba al tiempo que cantaba: "La raspa la inventó / un cura portugués...". Luego, mientras tomaba una cerveza, dos mujeres hablaban. Una: "Pues sí, bonita, con la tormenta del otro día se me ahogaron treinta pollitos...". La otra: "Bueno, bueno, tú no te quejes, que peor hubiera sido que Tomás y tú os ahogarais". Consolación charra. Abrazos esteparios. José-Miguel Ullán es escritor y periodista.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de agosto de 2008