Un brevísimo preámbulo: enhorabuena al diario EL PAÍS por La cuarta página. No empieza a ser, es ya, un referente en el pensamiento actual; un referente sociopolítico en la opinión pública.
A Manuel Rivas, tres cosas, a la fuerza breves. De acuerdo con la memoria de Antígona, la tara colectiva que supone el olvido intencionado de Creonte, y el concepto freudiano sobre la dificultad de borrar rastros. ¡Magnífico!
Más de acuerdo aún, en el rechazo de la derecha a poner en valor la memoria histórica. Los sectores que encuadran la derecha española no son más radicales, ideológicamente hablando, que otras derechas europeas. El Partido Popular no está más escorado a la derecha que los partidos de Merkel o Sarkozy -al italiano ni lo menciono-. La diferencia es que esos partidos han sabido mirar atrás y reconocer los errores. Al PP le cuesta mucho trabajo reconocer y desligarse del pasado. El pasado hay que estudiarlo para salvar el futuro.
Y, por último, permítame una apostilla que siempre repito cuando hablo y cuando escribo. Percibo en el ambiente un resquemor a reconocer ciertas barbaridades, porque seguimos anclados en el pensamiento de si esas barbaridades las hicieron los míos o los otros. Las barbaridades son barbaridades. Sin ningún miedo a la verdad. Es un acto de hipocresía decir que no conviene remover el pasado. Porque los míos cometieran una barbaridad no puedo pasarme la vida hipotecando mi derecho a denunciar lo que está bien y lo que está mal.
Cuando el PP haga memoria histórica y reconozca los errores, vengan de donde vengan, habrán llegado al final de sus empecinados viajes al centro y, sobre todo, habrán contribuido a que muchos sectores simpatizantes rompan con naturalidad las amarras que parecen aprisionarles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de agosto de 2008