Dice Jérôme Savary en Don Quijote contra el Ángel Azul que en Pigalle no hace mucho que había 40 cabarets con música en vivo, donde hoy casi todo es play back y decadencia. Este espectáculo suyo, estrenado en París en francés, rezuma nostalgia por la revista, las variedades y el music hall, géneros que abarrotaban los teatros antes de que fueran fagocitados y regurgitados por la tele. Su título hace referencia a la célebre película de Josef von Sternberg, y a la novela cervantina, que aquí sirven de pretexto para enfrentar a dos personajes símbolo de los anhelos opuestos del espíritu y la carne.
El argumento, como ocurre siempre en la revista, es apenas el hilo conductor de un surtido de números donde caben el can-cán y el flamenco, la opera comique y la comedia musical. La Boîte aux Rêves, compañía de Savary, ha hecho un gran esfuerzo para reaprenderse la función en español, canciones incluidas. De este reto sale especialmente airoso Frédéric Longbois, un Sancho Panza vivaz y pizpireto, que modula y acentúa muy bien una lengua extraña para él. También sobresalen la energía y la presencia de la actriz cantante gerundense Marta Ribera, recambio en la gira española de la lánguida y ascética vedette francesa Arielle Dombasle, antítesis suya. Ésta emulaba a Marlene Dietrich, mientras que Ribera, toda curvas, es, quiéralo o no, Sally Bowles rediviva.
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En la Boîte aux Rêves todos cantan, actúan, tocan y bailan, muy bien dirigidos en lo musical por Roland Romanelli. Don Quijote contra el Ángel Azul funcionaría mucho mejor en un teatro de tamaño medio, con el escenario volcado sobre el público y las vedettes zascandileando por la platea. En el enorme patio del Cuartel del Conde Duque, donde anteanoche se estrenó en Madrid, con apenas 300 espectadores distribuidos en un graderío para 2.000, separado del escenario por una tribuna, la acción resultó lejana y un tanto deslavazada. ¿Por qué La revista negra, el homenaje que Savary hizo a Josephine Baker hace dos veranos, tenía más pegada? Seguramente porque lo remató con un ramillete de números musicales redondos, a modo de traca. Este Don Quijote... acaba con un monólogo quejumbroso del ingenioso hidalgo: si nos lo dijera cantando, luciría más la magnífica voz de Joan Crosas, quien apenas interpreta un par de temas musicales en todo el espectáculo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de agosto de 2008