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Crítica:Críticas increíbles | el tiovivo

CARÁCTER, PASIÓN, ACCIÓN

'VIENTO DEL NORTE' Dirigida por Imanol Uribe. 2008. Intérpretes: Marcelo Gómez, Aitana Sánchez-Gijón, Arlette Fleury.

Esta sorprendente producción, una miniserie televisiva que a la vez alberga en su estructura una película destinada a la exhibición en salas, es sobre todo la historia de una ingenuidad. O también podría decirse que trata de cómo la creencia de tener la razón en exclusiva lleva frecuentemente al delirio. Viento del norte es primeramente, por ir ordenando las cosas, una adaptación del Episodio Nacional número 28, Montes de Oca, de Benito Pérez Galdós. No sé por qué los estudiosos suelen colocar los Episodios de Galdós en un lugar de inferior importancia literaria que el de sus novelas. El músculo narrativo de estos Episodios trabaja, sin embargo, de manera firme y potente. Y así, carácter, pasión y acción -tres referencias aristotélicas para la creación poética- se combinan en un montaje literario que presagia planos, escenas y secuencias.

La serie dirigida por Imanol Uribe comienza a cañonazos, y se desarrolla entre amores, lealtades y traiciones. La historia se convierte en melodrama de sangre durante la regencia de María Cristina y la reina niña, Isabel II. Y los personajes son conminados a elegir entre la amistad al compañero o la lealtad a las ideas, el respeto a la vida o fusilar a los traidores. En la primera secuencia presenciamos una desbandada de soldados de boina roja. Los heroicos carlistas, una vez derrotados por los soldados de uniforme azul y penacho de plumas, se convierten en desertores, de desertores en vagabundos y de vagabundos en bandidos. El rey carlista, que huye al galope de su caballo, sigue fusilando y promulgando decretos en cuanto se detiene en un caserío. Después, huye de nuevo, echando proclamas por desfiladeros y quebradas, no recibiendo más respuesta que la de su propio eco. Uribe filma una guerra desolada, sin frente ni enemigo claro, donde los que no son asesinos es porque son traidores. La contienda civil termina, pero se sigue combatiendo, ahora entre los vencedores. En la película, las tropas de unos y otros contendientes cambian frecuentemente de bando, así que no se sabe si se ha ganado una batalla, ya que nos unimos al enemigo, o si se ha perdido, puesto que nosotros somos ahora los otros. Y esto es lo que le acontece al joven general Montes de Oca, del ejército del norte, destacado en Vitoria. Manuel Montes de Oca era poeta, militar y caballero. Cuando su personaje -histórico- aparece en la película, ya se ha rebelado contra el Gobierno central. Por necesidades tácticas se apoya en antiguos carlistas y en cierto número de miñones de Álava. Nuestro joven militar cree firmemente en la justicia de su causa, y está dispuesto a matar por ella, ya que una causa patriótica y nacional lo justifica todo. Aunque sólo le apoye una pequeña proporción de la población civil. La secuencia que más me ha llamado la atención es precisamente aquella en que Montes de Oca, mientras todo se derrumba a su alrededor y su propia guardia de miñones vascos está a punto de venderle al enemigo, duerme como un niño. Duerme con la conciencia tan tranquila que cuando los miñones suben a su habitación para prenderle y entregarle, Montes de Oca no se despierta. Le zarandean, le gritan y nada. Cuando por fin despierta, pregunta: "¿Es hora de combatir?". "No", le dicen, "usted ya no puede, don Manuel, y ahora se viene con nosotros". Por 10.000 duros de recompensa, los miñones, cansados de combatir con unos y con otros, se libran, además, de su jefe. Un paisaje de lluvia, cigarros y paraguas sirve de marco a su fusilamiento. Aún no había cumplido los 40 años. La historia de algunos momentos de nuestro pasado, como este episodio que filma Uribe, no estaría completa sin las obras de ficción, sin el relato de aquellas pasiones, tan cercanas. Lo meramente verosímil nos hace entender mejor la verdad de la historia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 13 de agosto de 2008