Siento una indiscutible debilidad por Puntas de Cal Negre, un pequeño paraíso costero en el que logro aislarme del mundo, en el que me siento libre como en ningún otro lugar libre, donde la soledad deja de ser algo indeseado y el contacto con el mundo se establece a través de un pequeño pueblecito a un kilómetro de donde estoy. Eso sí, cuando viene algún amigo enseguida dice ¡qué paz!, ¡qué maravilla!, pero duran aquí escasamente cinco días, porque ya no saben vivir así, la contaminación urbanita no es sólo cosa del aire, también del alma, y lo malo es que a la gente ya no le gusta el paraíso. / Margarita Lozano es actriz.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 15 de agosto de 2008