Como es propio de los espacios fronterizos, éste es un lugar de todos y de nadie. En ellos transcurrió mi infancia, y por eso sé que, aunque no se ve a primera vista, bajo esa panorámica hay un paisaje humano que la hace aún más bella y más interesante. Si va a Extremadura, muévase por La Raya, entrando y saliendo de Portugal y España, descubriendo pueblecitos, caseríos, bosques vírgenes de encinas, lugares donde todo se mezcla con una naturalidad maravillosa: las lenguas, las costumbres, la vestimenta, la gastronomía, la arquitectura... y, por supuesto, la gente. Una experiencia inolvidable, y una humilde aventura global. / Luis Landero es escritor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 20 de agosto de 2008