El vuelo JK5022 Madrid-Gran Canaria de Spanair dejó sobre la pista de Barajas 153 familias rotas, destruidas por el mayor accidente aéreo de España en los últimos 25 años. "Por cada vida que se pierde hay un centenar que quedan marcadas para siempre", explicaba ayer, en el tanatorio montado en los recintos feriales de Madrid (Ifema), María de los Ángeles Cañada, psicóloga experta en duelos.
Al menos nueve familias completas han perdido la vida en el trágico accidente. Entre las víctimas hay españoles de 13 comunidades autónomas, además de personas de otras nueve nacionalidades. La mitad del pasaje eran canarios, el lugar de destino de la aeronave. Junto a ellos, Andalucía, Castilla y León, Castilla-La Mancha, Navarra, Galicia, Cataluña, Extremadura, Asturias, Canarias, Madrid y Baleares tienen que llorar a algún muerto. Los ciudadanos extranjeros eran originarios de Bulgaria, Suecia, Italia, Alemania, Francia, Brasil, Mauritania, Turquía, Gambia e Indonesia, informa Europa Press.
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La tragedia pareció cebarse en la provincia castellano-manchega de Ciudad Real, de donde eran dos de las familias que perdieron a todos sus miembros: José Alcázar y Victoria Asensio viajaban con sus dos hijas desde Almagro; Baldomero Prados, María del Carmen, Carlos e Ignacio, vecinos de Viso del Marqués iniciaban sus vacaciones. También figuran en la lista de fallecidos dos familias andaluzas, de Jaén y de Málaga. Y una de origen alemán: un matrimonio con sus dos hijos.
La desgracia juntó en el mismo avión a profesores, repartidores de supermercado, estudiantes de moda, jubilados, un concejal canario que falleció junto a su mujer y todos sus hijos, una campeona de natación, un maquinista de tren... Y dos bebés. Uno de ellos, Javier, de tres meses, viajaba a conocer la tierra de su madre para ser bautizado allí.
Todos han dejado un reguero de dolor entre sus familiares. Algunos de estos han contado a EL PAÍS los últimos contactos con los fallecidos. El último mensaje de móvil, su última preocupación, su último sueño... Políticos, psicólogos y médicos, que han intentado llevar consuelo a los que han perdido a los suyos destacan la serenidad que han encontrado entre los familiares. Muchos de ellos aún esperaban ayer a que sus seres queridos fueran identificados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de agosto de 2008