Recuerdo los bares de tapas, donde también se come. Es habitual en ellos terminar con la muy clásica y española tarta de almendras o de Santiago, rehogada en frío con licor de café. Este bizcocho, ávido de hidratación, absorbe el café alcohólico, lo que lo hace más alegre. Voy a proponer el café en la cocina salada. A pequeñas dosis, por supuesto. En mi caso, hace ya años, hice un puré de patatas al café con mucha aceptación, y en estos momentos un plato histórico de nuestro restaurante, como es la Gallina de los huevos de oro, lleva en el huevo una pequeña dosis del mismo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 23 de agosto de 2008