La pregunta que nos hacemos muchas familias acogedoras de niños saharauis es: ¿vale la pena que pasen dos meses aquí con todas las comodidades y luego vuelvan a su dura realidad? ¿No es ponerles un caramelo en la boca para luego quitárselo? No nos dejemos influir por estos argumentos, pensemos en nuestros hijos; nosotros, en su lugar, ¿no desearíamos que al menos durante dos meses al año pudieran disfrutar de cosas que normalmente no tienen? O también hagámonos la pregunta de, por ejemplo, cuando vamos de vacaciones y estamos en hoteles de cuatro o cinco estrellas y volvemos a la realidad de nuestro modesto piso, ¿pasa algo? No, simplemente, valoramos la suerte de conocer otros lugares y disfrutar de ciertos lujos.
Añadamos a esto que en este tiempo, los niños comen más variedad, se someten a revisiones médicas y conocen otras culturas; se mire por donde se mire, todo esto es positivo. Y luego regresan felices a los campamentos de refugiados, donde saben que su familia les está esperando y ellos deseosos de poder contar sus experiencias y compartir las cosas que su familia de España ha enviado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de agosto de 2008