Es verdaderamente descorazonador el panorama de hambrunas que padecen tantos millones de seres humanos, especialmente niños, en tantos escenarios de nuestro insolidario planeta. Y es igualmente terrible que, ante realidad tan penosa, los países desarrollados de la Tierra no ofrezcan, ofrezcamos, apenas ayudas para resolver, o al menos aliviar, esas pavorosas realidades.
Si pensamos que con sólo un 1% de nuestros ingresos podríamos contribuir al remedio de esas situaciones no se puede comprender por qué esas situaciones se repitan un año y otro y otro, con el mismo triste rango de penalidad irredenta y sin remedio.
Sería deseable que alguna institución, supranacional, solvente, honrada, especializada y adecuadamente auditada, se ocupara de promover y conducir las ayudas necesarias, para que fuera posible que las hambrunas de tantos seres humanos, especialmente niños, dejaran de ser de por vida una realidad maldita.
Con que todos y cada uno de nosotros, los que tenemos el privilegio de pertenecer a sociedades libres y desarrolladas, aportáramos el 1% de nuestros ingresos, veríamos con infinito consuelo cómo esas hambrunas desaparecerían para siempre de la faz de la Tierra.
Pongamos empeño en esta idea, y seguro, seguro, que algo importante podremos conseguir con la colaboración de todos. Sólo nos falta información sobre a qué institución, independiente, honesta y especializada, poder acudir. Porque los demás sabremos hacer todo lo demás, es decir, aportar nuestro 1% para que esa solución pueda ser algún día una realidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de agosto de 2008