No bajan lo que se dice precisamente tranquilas las aguas, en cuanto a las centrales nucleares españolas se refiere, sobre todo en los últimos tiempos.
Ascó fue severamente multada recientemente por el incidente que ocasionó una fuga radiactiva el pasado noviembre y ahora parece ser que le toca el turno a Vandellòs II, tras un incendio acaecido en un generador eléctrico. A pesar de los continuos mensajes de tranquilidad lanzados, no faltan quienes abrigan la esperanza de la interrupción de modo definitivo de su gestión, debido a la patente falta de seguridad de las mismas. Y es que no cabe ninguna duda de que se crea, ante cualquier tipo de hechos como éstos, en la mayoría de las veces casi de una manera inmediata, un estado de alarma social.
La ciudadanía espera que el Ministerio de Industria tome cartas en este asunto más pronto que tarde, a diferencia del caso anterior, y que a grandes irresponsabilidades aplique graves sanciones.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 1 de septiembre de 2008