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Crítica:

Verano verde

Ese verano que cambió nuestra vida durante la pubertad se suele mirar con nostalgia, y de ahí surgen películas como Verano del 42 o Cinema Paradiso, y series como Aquellos maravillosos años o Cuéntame. Entre ellas se sitúa la estimable Uranya, segunda película de Costas Kapakas, que aúna los anhelos por la pérdida de la virginidad con la dolorosa dictadura griega de los coroneles; la llegada del hombre a la Luna con la visita al pueblo de un mandatario estadounidense de origen heleno. Política, sociedad, ética, ciencia y sexualidad, en torno a la mente de un niño. Kapakas saca el látigo para acariciar más que para linchar. Las diatribas (el apoyo de EE UU a la dictadura, en medio del terror comunista) se producen en el marco de un costumbrismo amable, aderezado con toques de surrealismo onírico. Así que es el atrevimiento sexual el que resulta más vivo, dejando a la película más cerca de un verano verde con ecos del Amarcord de Fellini, que del televisivo Cuéntame que tan bien se exporta a países que han sufrido en carne propia las guerras civiles y las dictaduras.

URANYA

Dirección: Costas Kapakas.

Intérpretes: Aris Tsapis, Dimitris Piatas, Maria Grazia Cucinotta, Fotini Baxevani, Taxiarhis Hanos.

Género: comedia. Grecia, 2006.

Duración: 100 minutos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de septiembre de 2008