Esta función de reparto estelar trae a colación el espinoso asunto de la pervivencia y mantenimiento del gran repertorio académico. Los rusos son una de sus cunas y caldo de cultivo. De hecho, lo sostienen por algo que se ha visto ayer en el escenario del Real: los estilos, las maneras de bailar en toda su complejidad estética y coréutica. Es ese cimento dell'armonia que relaciona explícitamente el metro musical con el bailado en busca de una conjunción equilibrada, queriendo expresar, aún por encima de los recursos, la idea de gran ballet eterno.
Hoy se baila diferente. No me atrevería a asegurar que mejor que antes. Líneas y dibujo se han prolongado. Es una evolución que se palpa y que en esta gala se representa en su dialéctica exacta desde Petipa a Forsythe pasando por Balanchine. En cuanto a los bailarines, hay que hablar de coherencia y de escuelas: Moscú y San Petersburgo, hoy ya con los bordes muy difusos; se puede hablar de gran escuela rusa en la gran aldea global.
Gala de estrellas de la danza
Coreografías de Marius Petipa, Alexander Gorski, George Balanchine, Victor Gsovski, Pierre Lacotte, Yuri Grigorovich y William Forsythe. Músicas de Riccardo Drigo, Igor Stravinski, P. I. Chaicovski, Adolph Adam, Cesare Pugni, D. F. E. Auber, Ludwig Minkus, Alexander Glazunov y Thom Willems. Bailarines del Teatro Marinskii de San Petersburgo y el Teatro Bolshoi de Moscú. Teatro Real, Madrid.
William Forsythe (Nueva York, 1949) compuso In the middle somewhat elevated por encargo de la Ópera de París en un momento de oro para la compañía, disponiendo en el reparto original de Sylvie Guillem y Laurent Hilaire; ellos marcaron desde entonces los protagónicos. Ahora existía la curiosidad científica de ver cómo los rusos la bailan; un poco la que había en los tiempos del telón de acero por ver cómo los soviéticos bailaban Balanchine. Pues lo hacen espléndidamente con ambos coreógrafos: pasado y futuro.
Hubo algunas rarezas que se ven poco por aquí, como L'Arlequinade (Petipa, 1900) y el dúo de Raymonda (en versión Grigorovich de 1984 con el mágico tutú azul dibujado por Simón Virzalavze). Tiene interés la reconstrucción libre de La hija del faraón (Lacotte, 2000 en mayo en Bolshoi) llevada a una complejidad extrema que da posibilidad de lucimiento a los artistas. Alexandrova fue la reina de la velada; su majestad no se puede discutir, su musicalidad y su empaque en la variación de la celesta, para recordar. También Leonid Sarafanov, limpio ejecutante, rozando la perfección.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 12 de septiembre de 2008