Leo con pena y tristeza el obituario que Eduardo Lago hace del escritor David Foster Wallace, una de las plumas más originales que ha dado la lengua inglesa en los últimos 20 años. Pocas veces me he reído tanto leyendo un libro como en su breve texto Algo supuestamente divertido que no volveré a hacer. Entre el tráfago de la rutina diaria no podía menos que dedicar cinco minutos a escribir estas breves líneas en recuerdo de un escritor portentoso, como pequeño memento de todo lo que disfruté leyendo aquel librito. Has muerto, David, demasiado prematuramente. Nos hubiera gustado haber podido disfrutar más de tu talento inmenso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de septiembre de 2008