Esteban López Plaza llegó a Madrid de niño, en los años sesenta, en una familia como tantas que venían de Andalucía -Villanueva del Arzobispo, hermoso pueblo de Jaén- buscando trabajo y progreso. Primero vivió en Orcasitas y luego, en el barrio del Pilar. Un chico de barrio, al que conocí en el instituto, con 14 años, y del que no me he separado -como amigo y como hermano- hasta ayer, día de su muerte, a los 52 años.
Un chico, un joven y un hombre alegre, siempre optimista, que se hizo periodista casi por casualidad pero que luego mantuvo una brillante trayectoria profesional. Redactor y colaborador en numerosos medios, fue portavoz del primer Gobierno autonómico de La Rioja entre 1983 y 1985, donde trabajó en Radio Nacional. De nuevo en Madrid, recaló como jefe de prensa en la empresa pública Merco, y en el Gabinete de Prensa del Ministerio de Agricultura. En esta etapa forjó una especialización en el sector agrario y alimentario que fueron su aval para el trabajo que desempeñó desde 1996 hasta ahora, como director de Comunicación de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), el sindicato de los profesionales del campo integrado en UGT.
Su visión siempre fue progresista, crítica e ilusionante, nunca conformista. Lo reflejaba en su trabajo y su actitud ante la vida. Todos los compañeros de los medios que acudían a él como fuente informativa saben que era capaz de venderle una nevera a un esquimal, defendiendo durante los últimos doce años la labor de los hombres y mujeres que viven y trabajan en el medio rural.
Siempre decía que pensaba jubilarse muy, muy tarde. Pero ha muerto demasiado pronto. Deja a Marisol, su compañera de siempre, y a tres hijas, una ya joven promesa del periodismo, las otras muy niñas. Ellas son su futuro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de septiembre de 2008