Hace pocos días, un cualificado dirigente de la economía española expresó su opinión de "hacer un paréntesis en el libre mercado", opinión desacertada según declaró ayer Almunia, quien, además, esperaba que el empresario estuviera "arrepentido" tras su afirmación.
Uno confiaba, después del famoso ¡De rodillas, infelices!, de Schwartz, que publicó EL PAÍS el 10 de enero de 1992, que alguien castigara si no con las orejas de burro, sí con los brazos en cruz durante algún tiempo, a quienes han estado defendiendo la osadía de la receta única del libre mercado, cuando la experiencia histórica había demostrado que los países que más temprano se industrializaron y hoy están dentro del G-8 lo hicieron con recetas que poco tienen que ver con esa medicina.
Los grandes retiraron la escalera de su grandeza -decía F. List en 1841- y predicaron a los demás los beneficios del libre comercio declarando en tonos penitentes "que hasta entonces habían estado deambulando por las sendas del error".
Quizá sea hora de ir pensando en no poner la conciencia "entre paréntesis" para no divorciar la conciencia de la realidad.
En filosofía esto ha dado sus frutos, para disgusto de Sartre, pero en economía han sido discutibles y a veces muy amargos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de septiembre de 2008