Viendo el palmarés de ayer en el festival de Sitges podría pensarse: "de tal palo tal astilla". Pero no. Aunque la hija del gran David Lynch, Jennifer, ha conseguido el premio a la mejor película para su último trabajo Surveillance, se lo merece sólo a medias.
Lynch consigue salir airosa de un reto importante al meter en un mismo recipiente comedia, terror, thriller de diván, tres partes de western fronterizo y hasta referencias a Akira Kurosawa, darle al túrmix y lograr que la mezcla sea notable. Todo con la excusa de unos asesinatos y su correspondiente investigación. A pesar de ello, y de confirmar que sí, que tiene talento y que se puede esperar que dé muchas alegrías en el futuro, es muy dudoso que todo su esfuerzo consiga superar al del director sueco Tomas Alfredson, que con su película Let the right one in le da una y mil vueltas.
De hecho, que la delicatessen sueca se haya quedado sin más premio que el Méliès de Oro es sorprendente, por no decir otra cosa. Quizás niños y vampiros no casan bien en opinión del jurado: el actor Fred Williamson, el crítico Alex Gorina, el director Umberto Lenzi, el escritor David Pirie y la actriz Marina Anna Eich.
Eterna polémica
El resto del palmarés ha sido bastante razonable: el mejor director se lo ha llevado -merecidamente- el coreano Kim Jee-woon, por The good, the bad and the weird, su sentido y espectacular homenaje al spaghetti western; Brian Cox, un actor en perpetuo estado de gracia, ha conseguido el premio al mejor intérprete por Red; Semra Turan reivindicó la -más bien- floja Fighter ganando el galardón a mejor actriz, y Martyrs, esa película francesa cuyos méritos consisten en ser polémica, hacer que algunos espectadores vomiten o provocar fugas en masa, ganó el único premio que merecía ganar: el de maquillaje. Eden Lake, apreciable ejemplo del cine de acoso y derribo, también ganó con justicia el premio especial del jurado.
Algunos de los otros galardones, como el de guión para el filme griego Tale 52, fotografía para la franco-británica The broken o mejor diseño de producción para la estadounidense Blindness se enmarcan en la eterna polémica de si los jurados siempre premian lo mejor posible o sólo premian. En este caso parece que -exceptuando el ninguneo al filme sueco- se ha impuesto lo primero: se ha premiado lo mejor. O, al menos, se ha intentado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 12 de octubre de 2008