Un amigo de Bonn (Alemania) me envió el martes de la semana pasada una carta por correo ordinario a la dirección de mi familia en Asturias. La carta llegó dos días después. El viernes mi hermana me la reenvió a mi dirección actual en Lugo. Me llegó ayer, una semana después. Mientras cosas como esta pasen, España no merece ser tratada como un igual por los países más desarrollados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de octubre de 2008