Si se trata de refundar el capitalismo, extraña que a la famosa cumbre no se haya invitado a países como Suiza, Mónaco, Barbados y un largo etcétera, o al menos a alguna representación de los mismos, siendo como son las sedes de miles de sociedades financieras y de bancos cargados de depósitos por un valor incalculable.
Tal vez sea porque no se trata de países industrializados, ni emergentes. Quizá sea porque no se sabe bien si pertenecen al Primer Mundo, al segundo o al tercero. Más bien parece que se trata de otro mundo, paralelo a éste y apenas visible. Tal vez sea a ese mundo adonde van a parar la riqueza y el dinero que desaparecen de éste, de la noche a la mañana. Si se trata de establecer nuevas normas y límites a las prácticas financieras, si se trata de quitarle el apellido salvaje al capitalismo, habrá que asegurarse de que las normas son para todos y de que todos van a jugar limpio. Si son ésas las intenciones, tal vez habría que terminar de una vez por todas con esos paraísos financieros y fiscales y sacar a la luz todo lo que hasta ahora permanece invisible, pero de cuya existencia hay una completa certeza.
Seguro que estos señores que rigen el destino del mundo lo saben y algo pueden hacer al respecto. Pero, descuiden, nada de eso se hará. La historia se repite y hay que aparentar que las cosas se cambian para que todo siga igual.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de octubre de 2008