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Crítica:

El último hombre puro

En su visionaria, lúcida e inagotable novela Cinelandia -publicada en 1923, cuando el medio aún vivía su primera juventud-, Ramón Gómez de la Serna escribió: "La pantalla cinematográfica está orlada de negro porque es una esquela de defunción de lo que va sucediendo en ella". Documental firmado por el marsellés afincado en Banyoles Christophe Farnarier -director de fotografía de Honor de cavalleria-, El somni se ajusta, sin ningún margen para la metáfora, a las palabras del escritor y a la vez ejemplifica, con singular rigor, uno de los posibles usos de ese cine que quizás también está tocado de muerte: dejar perdurable testimonio de lo que ha sido.

En El somni, Farnarier se descubre como heredero de las estrategias documentales del padre fundador Robert J. Flaherty -sólo se roza la verdad a través de la intimidad con el objeto de estudio: la distancia de la mirada antropológica es un obstáculo-, pero se mantiene firme ante la tentación de reconstruir y espectacularizar la realidad que sí condicionó la obra del autor de Nanook, el esquimal. En un momento en que la tan cacareada vigencia del género hace que, a veces, se confunda la ganga del reportaje con el oro del documental, la película de Farnarier es, sin duda, una lección impecable sobre la exigencia de un discurso que une valor testimonial, el empeño de recoger un proceso sin interferencias y el rechazo no sólo a las ideas recibidas, sino también a las preconcebidas.

EL SOMNI

Dirección: Christophe Farnarier.

Género: documental. España, 2008.

Duración: 77 minutos.

Pastor trashumante

El somni recoge el último viaje del pastor trashumante Joan Pipa a través del Pirineo catalán, rematado con la concisa, desoladora, vaciada crónica del año siguiente: las páginas vacías de un oficio (y una forma de vida, y una filosofía) sin herencia. Antes, El somni ha estado cerca del western crepuscular y, por insólito que parezca, de la película de acción -Farnarier logra que se palpe el reto físico de conducir más de 800 ovejas del llano a la alta montaña: Pipa ejerce de montaraz Neptuno al mando de su impetuoso oleaje balador-.

Hay muchas imágenes difíciles de olvidar en El somni, pero la película de Farnarier logra, más allá de su transparente discurso elegiaco, inmortalizar la poderosa, vitalista, humanísima personalidad de Joan Pipa, un tipo sin un gramo de impostura que, cuando no se arranca por melancólicas rancheras, habla un catalán tan incontaminado que incluso el catalanoparlante agradece el uso de subtítulos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 31 de octubre de 2008