Cuando la industria automovilística pide dinero público para reconvertirse en verde, lo que uno piensa es que se está burlando de los ciudadanos. Son los mismos que llevan 18 años bloqueando, retrasando y aguando la única norma que podría obligarles a sacar al mercado coches más eficientes y reducir sus emisiones de CO2. Es difícil creer que ahora vayan a usar los 40.000 millones de euros que han pedido para desarrollar aquellos mismos coches eficientes que prometieron producir ya hace mucho tiempo, pero a lo cual siguen oponiéndose en los ámbitos de decisión de la UE. Algo no cuadra. La UE no debería prestar ni un solo céntimo de dinero público a la industria automovilística mientras ésta siga oponiéndose a recortar sus emisiones. Cualquier crédito que se les conceda se transforma en una subvención al cambio climático.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de noviembre de 2008