Al comienzo de la legislatura todo era una incógnita acerca del rumbo que iba a tomar la oposición; prueba de ello fue la incertidumbre, aunque algo ya se vislumbraba, que reinaba hasta el congreso nacional en Valencia. Pues bien, el señor Rajoy, el cual cambió a pesos pesados como Zaplana y Acebes por caras nuevas como Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, tiene muy definido el horizonte y su estrategia política.
Debido al gran choque con el Gobierno en temas tan importantes como la lucha antiterrorista, la Ley de la Memoria Histórica y el Estatuto de Cataluña, entre otros, y que, como consecuencia de ello, Rodríguez Zapatero hizo acopio de votos de la izquierda -fundamentalmente, de Esquerra Republicana e Izquierda Unida, que fueron los que se pegaron el batacazo electoral-, el señor Rajoy está siguiendo una estrategia de no entrar al trapo en asuntos de calado, o no, que no tengan que ver con la economía, a ver si, con la que está cayendo, pueden ganar las elecciones.
Pero hay varios aspectos a tener en cuenta; Rajoy empieza a no ser creíble dentro y fuera de su partido, fundamentalmente por la falta de liderazgo que le achacan algunos de dentro y por el tufillo a pasado más reciente que desprende, de lo cual, y así lo ha dicho Zapatero reiteradas veces, está contentísima la izquierda; por otro lado, no es seguro ni matemáticamente probable que la estrategia del PP mantenga los votos de marzo en el seno del PP (más si tenemos presente la sí fuerte, y que cada día gana más adeptos, oposición de Unión Progreso y Democracia) ni que todos los votantes de esa izquierda más profunda dejen de votar al PSOE.
En cualquier caso, las próximas contiendas electorales, a saber: gallegas, vascas, europeas..., darán o quitarán adeptos a Rajoy.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 4 de noviembre de 2008