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CARTAS AL DIRECTOR

A vueltas con Kundera

Majadahonda, Madrid

Tengo la impresión de que las reacciones dentro del gremio literario ante el caso Kundera (el de su presunta acción delatora en la Praga de 1950) se están exagerando un poco. La verdad, no creo que haga falta tanto aspaviento para defender al novelista checo de difamaciones.

Los datos testimoniales y documentados que han sustentado esta historia resultan plausibles, aunque su validez sea discutible a falta de un pronunciamiento judicial que, de producirse, sería a instancias del propio implicado, ya que nadie puede considerar delito denunciar a un desertor y espía al servicio de una potencia extranjera. Y desde un punto de vista ético, si el hecho fuese real, me parece perfectamente defendible desde la convicción del entonces joven y comunista Milan Kundera. Es la evolución política posterior del escritor, similar a las de varios de los destacados colegas que ahora avalan sin más su negación sobre el caso, la que puede hacérselo más difícilmente soportable.

En su novela más conocida, Kundera hace que el protagonista ponga a Edipo arrancándose los ojos como ejemplo para que los comunistas expíen sus culpas, incluso aquellas de las que, como el rey tebano, fueran en principio ignorantes. Un rigor que creo excesivo, sea para quien sea.

Acabe como acabe la polémica, seguiré valorando en este autor su fuerza narrativa y sus inteligentes y estimulantes sátiras sobre el totalitarismo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de noviembre de 2008