Después de 500 años, los españoles tenemos tantos lazos culturales, sociales y familiares que tendríamos que empezar, de una vez por todas, a leer nuestra historia sin llanto y sin rencor, sin remover los huesos de unos y otros, considerando a todas las víctimas de todas las guerras dignificadas para siempre por el paso del tiempo y la concordia alcanzada hace treinta años.
Que no tengamos que peregrinar a la tumba de los Reyes Católicos o a El Escorial cada vez que hablen los separatistas.
Es perentorio que no aumente el número de españoles que crean que España es una invención forzada, un artificio descabellado o un rotundo fracaso.
Unidos podemos superar todas las crisis y ahondar en nuestras libertades democráticas, convirtiendo en realidades tangibles los principios constitucionales que pregonan la justicia y solidaridad entre todos los españoles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de noviembre de 2008