De las cuatro mayores economías del mundo, Estados Unidos, Japón y Alemania se encuentran en recesión, y la cuarta, China, da signos inequívocos de inquietud ante la crisis. Después de una década creciendo por encima del 10%, las propias autoridades de Pekín han rebajado en tres puntos sus previsiones para este año, situando la cifra en el entorno del 8,5%. No es un anuncio sin consecuencias, tanto desde el punto de vista internacional como del interno.
El crecimiento de China ha representado el 40% del total mundial durante los tres últimos años, por lo que los nuevos datos vienen a confirmar -y, en idéntica medida, a profundizar- el retroceso de la economía mundial. Pero también existe el temor de que los cierres de fábricas y los despidos enciendan la mecha de la revuelta, después de que esta semana se hayan conocido los primeros disturbios. Ahora ya no son únicamente los estudiantes quienes protestan, sino también los trabajadores que han empezado a perder en masa sus empleos. Según las autoridades chinas, un crecimiento que se sitúe por debajo del 7% impediría garantizar el trabajo y, por consiguiente, tendría graves efectos sobre la paz social.
La decisión de reducir los tipos de interés adoptada por el Banco Central es sobre todo un indicio de la gravedad del diagnóstico que deben de manejar las autoridades chinas, pese al margen de maniobra que proporciona ser el mayor tenedor de reservas del mundo. Es verdad que con esta medida las autoridades han tratado de aliviar la presión sobre su moneda que se venía ejerciendo principalmente desde Estados Unidos. Pero el principal mensaje de este anuncio es que el Gobierno chino ha adoptado como objetivo prioritario estimular la economía, sin aceptar como opciones excluyentes la suavización de los tipos de interés y el incremento de la inversión pública. Después de anunciar el 10 de noviembre un gigantesco plan de inversiones que ha hecho de China el país con el mayor programa de gasto público detrás de Estados Unidos, ahora llega la bajada de tipos.
Organizaciones internacionales como la OCDE consideran, con todo, que China podría estar en condiciones de incrementar sus exportaciones en 2010, y de impulsar su economía. Incluso en el caso de que para entonces hubiera dejado de ser el país de salarios bajos sobre los que se ha sustentado en gran parte su crecimiento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 30 de noviembre de 2008