Vestido de negro y visiblemente agotado tras uno de los últimos ensayos, Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) todavía discute con su madre, la actriz y maestra de actores Cristina Rota, cuchichea con los actores y precisa movimientos con el equipo técnico para poner a punto su Hamlet.
Sobre este aturdido Príncipe de Dinamarca dice que "no es un personaje melancólico, sino lleno de energía; más que venganza, busca justicia". Estudioso del texto de Shakespeare, Botto dice que en su versión ha querido darle fuerza a la familia -lo que él llama las ineludibles "herencias de la carne"- y al poder como esa "rueda que destroza, que corrompe y que incluso genera paranoia".
"Quería hacer Hamlet desde los 15 años, cuando lo leí por primera vez, era una obsesión", dice mientras se alisa el cabello, "pero tengo que confesar que ha sido abrumador". Como abrumador ha sido asumir el doble papel de director y actor. "Tienes que estar preparado para un viaje intenso por todas las emociones que tu cuerpo ha conocido. Puede ser un viaje terrible" y agrega: "Bailar con este personaje es lo más atrevido que he hecho en mi vida".
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La obra se estrenó en Almagro en el mes de julio, pero desde entonces ha ido cambiando, "porque es una obra viva", afirma Botto, que avanza que los madrileños verán "un final más poético".
Aunque ha gozado "cada paso del proceso", el actor / director confiesa que después de esta temporada quiere "sencillamente que el director me diga 'entras por aquí, sales por allá'. Yo disfruto muchísimo actuando".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 4 de diciembre de 2008