Desde que se ha convertido en el máximo responsable de toda la división animada de Disney, John Lasseter ha tomado algunas decisiones antipáticas que han afectado a destacados profesionales de lo que bien podría considerarse la última edad de oro de la animación tradicional: recientemente, Glen Keane era relevado de su puesto como director de la venidera Rapunzel y, mucho antes, Chris Sanders, autor de la gratamente anómala Lilo y Stitch (2002), decidía abandonar la empresa tras negarse a someter uno de sus proyectos personales -American dog- al elevado número de cambios que imponía el fundador de Pixar.
Finalmente, American dog -película que tenía que reunir a un perro mitómano, un conejo radioactivo y un gato tuerto en el desierto de Nevada- se ha convertido en Bolt, cuarta producción Disney de naturaleza íntegramente digital tras el controvertido (y hoy matizado) finiquito de sus estudios de animación tradicional: pese a la impopularidad de las decisiones patronales de Lasseter, no queda otro remedio que rendirse a la fuerza y a la tremenda eficacia de Bolt.
BOLT
Dirección: Byron Howard y Chris Williams.
Género: animación. EE UU, 2008.
Duración: 96 minutos.
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Miniatura de no escasa sofisticación, la película se mantiene fiel a lo que, desde siempre, fue la esencia Disney: dotar de alma a sus criaturas imaginarias.
En este caso, el trío cómico formado por un perro actor que cree vivir en su ficción, el hámster que ejerce de entregado fan y una gata descreída logra que las inercias de una trama previsible se volatilicen a los ojos de un espectador deslumbrado ante lo que realmente importa: la animación como ilusión de vida. Bolt se abre como puro Disney (clásico) para estallar en hiperbólico tour de force de acción: la tradición es la carga explosiva que alumbra el futuro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 5 de diciembre de 2008