Vayan con estas líneas toda mi solidaridad y afecto hacia la familia y amigos de Ignacio Uria. También mi agradecimiento y admiración hacia su empresa por mantenerse firme ante los terroristas, y también hacia todas las empresas que siguen adelante sin ceder a las extorsiones y ataques etarras. Como descendiente de azpeitiarras, pido a todas las personas de bien que viven allí que sigan el ejemplo de dignidad y valor del señor Uria y planten cara efectivamente a ETA. Que asistan a las concentraciones convocadas en repulsa de su asesinato y en solidaridad con su familia. Que alcen la voz para defender el derecho a la vida de todo ser humano. Que acudan a las urnas decididos a que no les represente nadie que no rechace el asesinato de un ser humano. Que confirmen con sus palabras y con sus actos que ni consienten ni callan ante ETA. Y que demuestren con su afecto y cercanía a las víctimas de la banda que están con ellas, y no con los asesinos. Y es que tenemos la obligación moral de denunciar la barbarie terrorista porque en el fondo sabemos que si todos los habitantes de Euskadi nos uniéramos en lo mínimo, que es la defensa del derecho a la vida de cada uno de nosotros/as, ETA desaparecería. Y después de más de 40 años de terrorismo, casi 1.000 personas asesinadas, y millares de heridos, extorsionados, perseguidos y exiliados, ya es hora de que nos pongamos a ello.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de diciembre de 2008