Desde la barra del Finnegans, en la plaza de las Salesas, Madrid es una ciudad irlandesa aficionada al rugby, a la Premier League, a las hamburguesas exageradas, a Joyce y a las pintas de cerveza negra. Según los expertos, es decir, los camareros y los dueños de los bares, la proliferación de pubs irlandeses en la capital no se debe tanto a estos factores como al ambiente tranquilo, la luz tenue y al hecho de que uno pueda estar charlando mientras se taja desde las cuatro hasta las dos de la mañana. A las siete de la tarde, Garth, un joven surafricano, tira cerveza en el Finnegans mientras trata de mejorar su español con los clientes: "Puedes estar aquí todo el tiempo que quieras. Siempre te sientes como en casa".
La cerveza o la hamburguesa será mejor o peor, pero siempre es la misma
La decoración del Finnegans, el segundo pub irlandés más antiguo de la capital, abierto a finales de los ochenta, es similar a la de otros bares irlandeses: un violín lleno de polvo en una estantería, un mapa de la isla, viejos trofeos deportivos, retratos de escritores y lemas que invitan a la ingesta de cebada. Los pubs no son franquicias, pero parte de la decoración la suministran las marcas de whisky y cerveza, así que es inevitable que lo parezcan. Y las franquicias son lugares que dan la seguridad de que todo será igual; la cerveza o la hamburguesa será mejor o peor, pero siempre la misma.
Los pubs irlandeses vienen de las antiguas public houses, los bares donde las clases humildes terminaban sus largas jornadas de trabajo. Ahora sólo reciben a quien pueda gastarse cuatro euros en una pinta, pero respetan esa filosofía de lugar de descanso y facilidad para embriagarse.
José María, el gerente del Finnegans y jugador de rugby, cree que la clave está en que esa filosofía comulga con la de la taberna española de toda la vida. "Eso influye. Hay gente que puede llegar a pensar que es parte de su casa. Y luego tenemos el ambiente que se crea con el fútbol y el rugby. Tienes que venir a ver un partido del Torneo Seis Naciones y verás la que se monta", asegura. La frase es una prueba de que Madrid puede ser lo que le dé la gana.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 10 de diciembre de 2008