Ya lo temía Sarkozy antes de la cumbre de Washington. Decía que tenían que arreglar esa crisis, si no queríamos que se nos echaran encima los desposeídos del mundo. Ha habido dos revoluciones importantes en nuestro mundo occidental. Las dos en el ámbito local: 1789, en Francia, la burguesía dio al traste con la aristocracia, y sus ideas se expandieron por el mundo; 1917, la de Rusia, contra el absolutismo de los zares, y su idea proletaria también prendió como yesca. Una y otra han sido sofocadas por la revolución global del capitalismo más inhumano, que ha concluido en la crisis financiera y ha arrastrado a la economía a uno de sus peores momentos, de cuyo pozo no se vislumbra el fondo.
Se lucha contra las medidas que habían sido sustentadas y aplaudidas por los mismos que han dado lugar a esta hecatombe, en la que se destruye empleo a mansalva y diariamente, y el hambre agudizándose allí donde nunca levantaron cabeza.
El mundo quizá esté a la espera de una nueva revolución al estilo 1789 y 1917, pero esta vez globalizada. Lo de Grecia pudiera ser la punta del iceberg de algo que late por todos lados, sobre todo cuando se observa que los responsables del actual desastre económico mundial se van de rositas sin pedírseles responsabilidades.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de diciembre de 2008