Las cumbres que, como la última celebrada en Poznan, persiguen el objetivo de reducir las emisiones contaminantes siempre terminan lo mismo: acuerdos de mínimos y aplazamientos. Mínimos que apenas se cumplen y aplazamientos que postergan las soluciones. Ante esta farsa llena de buenas intenciones y deseos, los ciudadanos sólo podemos sentir desconfianza, desaliento y frustración. Mientras las emisiones aumentan de forma alarmante, las soluciones se aplazan de forma irresponsable. De modo que, tenemos un serio problema. Y el problema es que todos los países quieren crecer y enriquecerse sin cortapisas; y que nadie, usted y yo tampoco, está dispuesto a renunciar a las posibilidades de consumo y disfrute que nos brinda la modernidad y el desarrollo.
Por tanto, los hoy presentes en el planeta, tenemos ante nosotros un gran reto; y este reto no es otro que vencer nuestras propias contradicciones. Desde el lado más inteligente, responsable y generoso, queremos salvar nuestra especie del desastre; y desde el más torpe y egoísta nos decimos: a los que vengan detrás, ¡qué les den.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 22 de diciembre de 2008