Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
Análisis:Cosa de dos

Raro

Vivimos en un mundo raro. Violento, sangriento, terrible. El periódico saca a portada a unos escolares muertos por las bombas y la discusión es sobre el vestido de la ministra. En la tele ves las consecuencias de la violencia y el debate es acerca del dinero de las autonomías. Un mundo raro.

Aznar autoriza los vuelos de la CIA para llevar presos a Guantánamo y dice (en Vanity Fair) que su Gobierno "fue solidario en la lucha contra el terrorismo". Bush basó en mentiras su invasión de Irak (y lo de Guantánamo) y lo hizo como dice Aznar, para combatir el terrorismo. Esa lucha ha dado mucho rédito, lo sigue dando.

Decía León Felipe que nos duermen con cuentos. Pero de pronto la gente despierta y ahuyenta a aquellos que contribuyeron a este insomnio húmedo del que las noticias son el reflejo más evidente. En ese retrato que hace Aznar de sí mismo hablando con Lourdes Garzón en Vanity Fair el ex presidente expele su imagen más patética de hombre agarrado al alambre: "Es más fácil llegar al poder que dejarlo". Con esos mimbres de vanidad y de arrogancia, que usa para seguir afirmando su inocencia en todo aquello que tocó, Aznar gobernó y ahora ayuda a desgobernar, y lo deja dicho así: no sabe irse. Y no sabiendo irse está ayudando a que su sucesor no sepa entrar.

En medio de este mundo raro, y enrarecido, se producen imágenes que parecen herederas del surrealismo más espumoso: esas que dieron ayer las teles y los digitales de Ibarretxe y Patxi López acudiendo a declarar por haber hablado con Herri Batasuna al tiempo que todos (eso decía Iñaki Gabilondo en Cuatro) estaban hablando con HB.

Juntos, separados por una silla vacía, el líder de la oposición y el lehendakari vasco representaban en esa imagen de colección la rareza triste de un mundo que no se entiende a sí mismo. Decía este periódico en su más reciente eslogan: "Querer comprender". No encuentro mejor momento para volver a reproducirlo: cómo comprender este mundo raro, cómo entender la sangre, la bomba, la persistencia atosigante de las pesadillas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de enero de 2009