Se prohibió la publicidad de tabaco y alcohol porque, dicen, perjudica gravemente la salud. Lo mismo ocurre con la religión. Quizá no perjudique la salud, pero sí altera muchas conciencias, así que, por favor, ruego retiren esa publicidad de los autobuses o, en breve, veremos nuestras calles llenas de mensajes apocalípticos, como en Estados Unidos y en muchos países de Latinoamérica.
De ahí surgirán iluminados, vayan ustedes a saber de qué dios, que se lanzarán a la calle en busca de fieles. Después tendrán sus propios canales de televisión. Y empezarán a recaudar sumas millonarias.
Más tarde, más de uno perderá la cabeza y, escopeta en mano, se lanzará al exterminio de infieles, a no ser que se conviertan a su credo.
Así que, de anunciar, sigamos con coches, perfumes, ropa interior o móviles de última generación. Y en cuanto a nosotros, que cada quien vaya a su bola. Y santas pascuas. O malignas, qué más da.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 10 de enero de 2009