Vuelven ustedes a hacerlo. En el reportaje Los fármacos ganan a la psicoterapia (EL PAÍS, 5 de enero) no sólo nos presentan el psicoanálisis como única alternativa a la medicación para el tratamiento de problemas psicológicos, sino que dan por bueno que todo tratamiento psicológico es, necesariamente, de tipo psicoanalítico. Entonces, por supuesto, afloran los tópicos habituales: número interminable de sesiones, coste desmedido, etc. Con semejante panorama, no hay que extrañarse de que ganen los fármacos. Y, sin embargo, psicoanálisis ya no es equivalente a tratamiento psicológico. Ni siquiera, en puridad, a psicoterapia.
En la psicología clínica actual -en la que, en realidad, el paradigma psicoanalítico freudiano hace décadas que no es el mayoritario-, existen multitud de alternativas. Alternativas que, entre otras cosas, se caracterizan por centrarse en los problemas reales y presentes de la persona, y no en indemostrables traumas o represiones; que hacen de la efectividad su prioridad principal; que utilizan técnicas, conocimientos y habilidades comprobados clínicamente; que se imponen a sí mismas una duración asumible y que tienen como principio ético fundamental no abusar del paciente, ni económicamente, ni en ningún otro sentido.
Y, por supuesto, que no se basan en el uso indiscriminado de fármacos, aunque tampoco se oponen a ellos en los casos en que sean necesarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 14 de enero de 2009