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Ida de los cuartos de final de la Copa del Rey

Se registraron hasta los bocadillos

"Estoy en la puerta 4. Hay una cola que lo flipas". Faltaban 13 minutos para el inicio y Carles estaba atacado. Los exhaustivos registros provocaron largas ristras de socios cada vez más angustiados. Bajo la mirada de los Mossos d'Esquadra, los agentes de seguridad del Espanyol abrieron mochilas y bolsas de supermercado y supervisaron hasta los bocadillos. Los cacheos, del mismo calibre. Brazos en aspas, bolsillos. También gorras y capuchas. "Va a empezar y estaremos en la calle. No somos los Boixos. Venimos cada domingo", se quejaba Carles.

El temor a la presencia de hinchas radicales del Barcelona armados con bengalas como ocurrió en el último derby en Montjuïc -habían amenazado con ir de nuevo- originó los pesados registros. Sólo el inminente arranque del juego relajó la vigilancia. Estuvo a punto de liarse fuera del estadio. El presidente de la Federación de Peñas del Espanyol, Alberto Ariza, se mostró comprensivo: "La situación es muy delicada. Se la juega todo el mundo: el club, los mossos, los empleados de seguridad... Como entre una bengala nos cierran el campo".

Al final, impresionante despliegue policial, pero ni rastro de los Boixos en una fría noche en la que el presidente azulgrana, Joan Laporta, llegó en el último momento y saludó también con frialdad al blanquiazul, Daniel Sánchez Llibre. Como viene siendo habitual, no hubo comida compartida por las directivas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 22 de enero de 2009