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Reportaje:

El Loco más cuerdo

Pese a su fama de torpe, Abreu llega a la Real Sociedad como un gran goleador

Sebastián Abreu (Lavalleja, Uruguay; 1976) no era nadie en España hasta que un programa televisivo aireó la narración original de un San Lorenzo-River Plate. El tal Abreu regateaba al guardameta y se disponía a marcar a puerta vacía ("el gol de Abreu", anticipa el comentarista), pero se trastabilló y el balón se escapó, para escarnio general. Pese al trompazo, Abreu triunfó, el clamor de sus goles cruzó el Atlántico y Augusto César Lendoiro le fichó para el Deportivo en 1998. Cuatro goles en medio curso. No brilló. Su no gol había adosado a su piel un estigma, el de futbolista torpe, díscolo y tragicómico, que una década después le persigue. El charrúa ha regresado para tratar de ascender a la Real Sociedad de su amigo Juan Manuel Lillo, que le dirigió (y a Guardiola) en el Dorados de Sinaloa, mexicano, uno de sus 14 clubes.

"Es El Loco más cuerdo. Lo que pasa es que es víctima de los prejuicios. Nadie se para a evaluar sus goles ni que esté a cuatro de ser el máximo goleador de la selección uruguaya [27]", protesta Lillo; "le llaman El Loco, pero así llaman allí a la gente alegre. Es reflexivo, está leído, es solidario y ha venido por amistad, plantando a River y perdiendo un dinero que no imagináis. Y todo porque compartimos unos valores. ¿Es eso locura?".

Cabal o demente, ni la personalidad ni las peripecias de Abreu encajan en los estándares de lo que se entiende por vida normal. Es hijo de María y Washington Miguel, un policía que sesteaba cuando su hijo, a los cinco años, cogió su pistola reglamentaria para gastar una broma a su aterrorizada abuela. "En casa nunca faltó comida, pero nunca hubo variedad". Así explica Abreu su tirria al arroz.

Tenía 15 años cuando una salida nocturna motivó su expulsión de la preselección uruguaya de baloncesto. De vuelta a casa, le esperaba la llamada de la selección sub 17 de fútbol, que derrotó al basket y al periodismo. Hizo sus pinitos en un diario local. Un día le encargaron entrevistar al jugador más destacado de un partido. Ése fue él. Y se entrevistó.

-¿Difícil el partido?

-Bastante.

-Pero vos jugaste un partidazo.

-No fue para tanto. Lo importante es que ganamos.

"No quedó muy creíble", protestó su editor.

Abreu llegó a A Coruña con Manteca Martínez y Scaloni. "De entonces a hoy, su vida ha cambiado un montón. Entonces era muy joven y pensaba en otras cosas antes que en el fútbol. Ahora se casó, tiene hijos y se le ve hecho", explica Scaloni. Javier Irureta prescindió de Abreu en su segundo año. "Teníamos a Pauleta y al Turu Flores y al siguiente fichamos a Makaay. Estaba por hacer", explica; "pero su conducta fue correcta".

De A Coruña a Porto Alegre y de allí a México (ocho clubes) para regresar a Argentina y probar sin éxito en el Beitar de Jerusalén. En el camino, varios títulos y pichichis. También sonrisas (fue actor en un culebrón) y lágrimas (en un accidente de tráfico murió el amigo que viajaba como acompañante).

El sábado, la afición de la Real festejó como un gol su vuelta, pero El Loco trata de poner cordura: "Los héroes, en la televisión. Yo soy un obrero que viene a ayudar".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 26 de enero de 2009