No soy ministra de Economía (¡gracias a Dios!) y quizá es por eso por lo que no puedo entender cómo es posible que, por un lado, mi banco se lance con alegría a ofrecerme créditos al consumo (por teléfono, así, sin más, me ofrecen 2.000 euros, sólo con mi nómina) y por otro me mande insistentes cartas y SMS para exigirme el pago inmediato de los 50 euros de números rojos que les debo... ¡desde hace dos días! bajo terribles amenazas que afortunadamente no recuerdo. ¿Qué mejor ayuda al consumo, qué mejor crédito que ayudar al trabajador a llegar a fin de mes? No digo que no haga bien el banco en reclamar su dinero, pero ¿no sería mucho más fácil que dieran crédito a los números rojos, o bien que no cobraran esas vergonzosas comisiones por cualquier cosa, incluso por ese crédito que me ofrecen como la panacea universal y que evidentemente no puedo pagar? Lo increíble es que la comercial que me llamó para ofrecérmelo me insistía: "¿Pero no tendrá que hacer una obra en casa?" ¡Sólo le faltaba recomendarme la constructora.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de febrero de 2009