En la foto veo a un hombre enfundado en traje de neopreno alzar el cuerpo exangüe de un niño desnutrido. La imagen golpea en el corazón, pero cada vez menos. Hemos cruzado la raya.
Cuando un soldado entra en batalla, a menudo, permanece aterrado durante los primeros enfrentamientos y los primeros muertos, hasta que cruza la raya. En ese momento, una funda psicológica le impide la empatía distintiva de la inteligencia. Le embrutece y le protege a la vez.
Así estamos que, sin una buena campaña de publicidad para conocer el nombre, el rostro y la familia de un menor, no nos conmueve más de unos segundos una muerte tan trágica.
Todos lloramos por Mari Luz; por ese niño nadie llorará, nunca sabremos su nombre ni veremos una foto de su carita sonriente. Mañana le habremos olvidado.
Hemos cruzado la raya.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de febrero de 2009