El mismo consumismo sin límites que está haciendo el planeta inhabitable y nos ha llevado a esta crisis económica resulta ahora que nos va a sacar de la misma. Y como lo que más necesita el mundo son coches, vamos a inyectar nuestro dinero en las fábricas. Para mantener el empleo, claro. Porque sin empleo, bíblica ecuación, desaparece el derecho humano a comer. Me parece que esta crisis se ha vuelto demasiado interesante para dejarla en las ineptas manos de gurús economistas, o de acolchados políticos magníficos gestores de la inercia y la rutina, cuando no de sus purulentas corruptelas. Pero ¿qué pecado habremos cometido para merecer a esta tribu?, ¿será ése que llaman pecado original? Señores de los medios de comunicación, queremos comenzar a escuchar otras voces, pensar otras ideas, contemplar otros reportajes (¿paraísos fiscales, por ejemplo?), participar en otros debates. Estudien, por favor, si les puede resultar rentable este tratamiento mientras seguimos regodeándonos en nuestro cancerígeno sistema económico, cuya hipertrofia amenaza con devorar toda la existencia. Y que nos dejen de dar la tabarra con lo de la falta de confianza. Que el miedo es bueno, nos avisa del riesgo. Por favor, no quieran matarnos al miedo mensajero antes de superar el peligro del que nos está alertando.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de febrero de 2009