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CARTAS AL DIRECTOR

Jueces, esos seres supremos

Ayer, en España, hubo una huelga sin precedentes de jueces que amenaza con ser un desastre en los más que caóticos juzgados.

Los que por una u otra razón hemos tenido que lidiar con juzgados y juzgadores, hemos sentido la insignificancia de nuestra persona con respecto a esos seres supremos, casi deidades, a los que su más que notable arrogancia les impide escuchar lo que los anodinos ciudadanos quieren exponer para que su juicio sea justo.

Semidioses a los que he visto ausentes en juicios dedicándose a mirar las puñetas de sus mangas o a ordenar carpetas mientras, teóricamente, escuchan una declaración. Magistrados inaccesibles fuera de una sala de vistas que usan como intermediario a un secretario para hacer más evidente esa aura con la que parecen estar dotados. Salvo escasas y honrosas excepciones, los ciudadanos nos topamos con este tipo de juzgadores y es sorprendente que sean ellos los que promuevan una huelga, cuando somos el resto de la sociedad, personas corrientes pero personas, las que padecemos su indiferencia y menosprecio. El hartazgo en lo concerniente a la justicia es nuestro, pues parece que cuando uno se coloca la toga de magistrado se olvida de que para dictar sentencia como es debido se debe escuchar y tratar al juzgado con diligencia y respeto, sin despreciarle con desaires, pues en sus manos está, en más de una ocasión, su futuro.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de febrero de 2009