De impactantes podrían definirse las imágenes de un lazkaotarra, armado con un mazo y entrando en la herriko taberna de Lazkao y arremetiendo contra todo el mobiliario del local. La expresión de rabia e impotencia de este hombre es cuando menos digna de reflexión. En Euskadi estamos acostumbrados a que simpatizantes o miembros de la izquierda abertzale muestren sus heroicas hazañas -día sí, día también- con impunidad y sin encontrar oponente a sus desmanes. Desmanes que van minando la paciencia y la tranquilidad de muchos vascos cansados de asistir como meros espectadores a una espiral de violencia y de sinrazón que parece no tener fin. Entiendo que la solución no pasa por violentar al que violenta, pero sí encuentro comprensible que en un arrebato de desesperación y desesperanza uno actúe como el vecino de Lazkao. No justifico su acción, pero sí la considero humana dentro del contexto en el que se produjo.
Más reprobable sea, quizás, la actitud de los que, horas después, han empapelado la localidad guipuzcoana con amenazas hacia su convecino, que dado el cariz que ha tomado la situación, ha optado por marcharse del pueblo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 26 de febrero de 2009